El centinela que murió de pena en Can Mir

Apolonia, Agustín Gost Cladera, Miquel Pomar y Catalina. Fuente: Familia Aguiló Siquier.

Agustí Gost Cladera aparece en la placa de Caídos por Dios y por España del cementerio de Sa Pobla (Mallorca). Como tal ha sido reconocido hasta ahora, como un joven patriota que se presentó voluntario en 1936 y entregó su vida en la batalla contra el comunismo. Sin embargo, la verdad es muy distinta. La historia que nunca se ha contado es que fue voluntario para evitar ir al frente y que sirvió de centinela de los izquierdistas condenados a muerte. Aquel destino, en principio cómodo para un soldado, le llevaría a presenciar tales horrores que generó una enfermedad coronaria y murió de pena.

Agustí Gost, alias Collut, nació en Sa Pobla el 18 de diciembre de 1915. Aprendió a leer y escribir en la escuela y comenzó a trabajar como carpintero. Tuvo amigos de ideas republicanas pero nunca se metió en política. Cuando estalló la guerra civil, tenía 20 años y se presentó voluntario en el Cuartel de Artillería de Sant Pere, en Palma, justo donde hoy se encuentra Es Baluard. Allí le dieron una buena noticia: en lugar de ir al peligroso frente de Manacor, serviría de centinela en la prisión de Can Mir, donde hoy está el cine Augusta. Allí se hacinaban cientos de izquierdistas a la espera de un oscuro destino. De vez en cuando llamaban a alguno y lo fusilaban en la puerta del cementerio. A Agustí le encargaron custodiar a los que estaban en capilla consumiendo sus últimos momentos.

Su hermana Apolonia iba a visitarlo y siempre lo encontraba totalmente devastado, hundido en la tristeza. Agustí le explicaba que los lamentos de los represaliados retumbaban en su cabeza: “Por qué a mí”, “yo no he hecho nada”, “qué será de mi madre”. El 20 de noviembre de 1936 fue ingresado en el Hospital Militar por “una enfermedad del aparato circulatorio”. Según publicó la hoja parroquial de Sa Pobla, “en vano se le aplicaron los remedios de la medicina, pues la enfermedad de nuestro joven se agravaba por momentos”. Murió a las siete de la tarde del 1 de diciembre de 1936.

Gracias a Joan Campaner, coordinador de Patrimoni en Sa Pobla, he conseguido entrevistar a un familiar de Agustí. Bernat Aguiló Siquier es el nieto de su hermana Apolonia y nos tomamos un café este martes en el Bar Los Patines de Palma. Con la voz entrecortada, comenzó a recordar: “Mi abuela decía que Agustí era como un ángel y que murió de pena por vivir aquellas escenas desoladoras. Ella lo había criado. Era su hermano pequeño preferido”. Curiosamente, otro de sus hermanos trabajaría después como portero en el cine Augusta. Apolonia apoyó siempre al régimen y se espantaba cuando oía en la familia algún discurso antifranquista. Así fue hasta el fracaso del golpe de Tejero de 1981. Cuando vio que la democracia se consolidaba en España, se atrevió a hablar: “El bruto de Franco mató a mi hermano”, afirmó, ante la sorpresa de todos.

La familia ha tenido una deriva política diferente. El yerno de Apolonia militó en Unió Autonomista y su nieto en el PSM. Bernat Aguiló llegó a ser director general en el Govern del socialista Antich en 2007 y reconoce que su historia familiar le ha inspirado en su pacifismo: “Agustí no fue un héroe sino un antihéroe. Él solo era un buen chico que quería ser carpintero y la vida le atropelló”

La prisión de Can Mir, junto a la plaza de España de Palma. Fuente: Fotos Antiguas de Mallorca.
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Acerca de manuelaguilerapovedano

Periodista e investigador de la Guerra Civil Española. Doctor en Historia con premio extraordinario y profesor de Periodismo en el CESAG. Autor de 'El oro de Mussolini', 'Un periodista en el desembarco de Bayo' y 'Compañeros y camaradas. Las luchas entre antifascistas en la Guerra Civil Española'.
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2 respuestas a El centinela que murió de pena en Can Mir

  1. Bernat dijo:

    No se si s’ha d’estar orgullós del tio «Gostí», ell no va triar el que li va passar i se cert que, si ho hagués pogut fer, no hauria optat per aquell destí. El m’imagin a la seva fusteria, fent espases de fusta per fills i nebots, llegint a les hores lliures, la rondalla den «gostí lladre» que tant feia riure a sa mare i a les seves germanes, i discretament obrint-se a altres lectures que la mort de la guerra li va furtar.

    El que és segur, és que la meva padrina sempre va voler mantenir viu el seu record i que ara hagi deixat de ser una ressenya familiar, cada vegada més esvaïda, per passar a quedar constància publica, encara que sigui del minúscul boci que va demolir la seva existència, és un tribut als guardians de la memòria que han servat «les ombres de l’avior».

    Gràcies Manuel!

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