La vida de Ramón Franco, hermano del generalísimo, es una epopeya que daría para varios guiones de Hollywood: experto aviador, héroe nacional, náufrago, revolucionario, preso, anarquista, independentista y jefe militar. Esa fue su trayectoria. Podría haber sido muchas cosas más pero la muerte le sobrevino con 42 años cuando se estrelló inexplicablemente junto a Formentor. Fue el 28 de octubre de 1938 y su misión era bombardear Valencia. Algunos creen que fue asesinado porque se iba a pasar al enemigo.
Nació en El Ferrol en 1896. Su padre, oficial de la Armada, les abandonó cuando él tenía 11 años y, como pequeño de la casa, quedó marcado de por vida. Su primera mujer dice que tras sus «impresionantes ojos verdes» se escondían «sus miedos y su rencor a los demás niños que le decían que no tenía padre». Sin embargo, le describe como una persona muy segura de sí misma, un mujeriego y un «loco divertido». Siempre estaba de buen humor.
La relación que Ramón tuvo con su hermano Paco fue siempre difícil. Estuvieron muchos años sin hablarse. Eran personalidades opuestas: uno muy rebelde y el otro «un estirado». En cuanto a política, no se sabía muy bien de qué parte estaba el menor de los Franco. Sus amigos decían que era un «extremista puro que no sabía si era de derecha o de izquierda».
En Marruecos alcanzó pronto el grado de capitán y con sólo 31 años se convirtió en uno de los mayores expertos en hidroaviones del mundo. En 1926 pasó a la Historia al ser el primero en cruzar en avión el Atlántico Sur. En su segundo intento acabó cuatro días perdido en el mar. Le dieron por muerto así que la hazaña y el milagroso salvamento le convirtieron en un héroe nacional.
Sin embargo, la alegría le duró poco. Fue expulsado del ejército por corrupción y su deriva revolucionaria le llevó a ingresar en prisión. Se escapó y radicalizó más sus posturas hasta alternar con anarquistas o hacerse diputado de ERC. Incluso llegó a participar en un golpe separatista andaluz. Todavía nadie sabía si era comunista, anarquista o simplemente republicano. Su avión llevaba pintadas las tres banderas.
El golpe de 1936 le puso en una encrucijada: enfrentarse a su hermano o a sus compañeros revolucionarios. El asesinato en los primeros días de la guerra de su íntimo amigo Ruiz de Alda a manos de antifascistas fue determinante. Manifestó públicamente que España necesitaba una dictadura que acabara «con el gran capital y los trabajadores revolucionarios». El bando republicano lo catalogó como el gran traidor.
En 1937 llegó a Mallorca para comandar toda la aviación de la isla. Primero se alojó en el Gran Hotel junto a su nueva mujer y su hija y luego se trasladaron a un piso cerca de la plaza Gomila y después a Génova.
«¿Tú no eras comunista?»
En la isla cambió su forma de vida. Comenzó a arreglarse, a ser más ordenado y se entregó por entero a su misión. A pesar de ello, algunos todavía recelaban de él. Un día uno le preguntó en público: «Ramón, ¿tú no eras comunista?». Él se puso muy serio y respondió: «A mí lo que ahora me interesa es que se salve España».

Ramón Franco (de espaldas) saluda al almirante Moreno en el aeropuerto de Son Sant Joan (Palma) en 1938 (archivo Luigi Mancini).
En 1937 realizó 27 misiones de combate y, según el historiador José Silva, ninguna tuvo que ver con los bombardeos a poblaciones indefensas. Este achaca la autoría únicamente a los italianos. No obstante, la prensa republicana le acusaba de lo contrario.
Así llegó la tormenta de la madrugada del 27 al 28 de octubre de 1938. Seguía lloviendo cuando amaneció y Ramón aparcó su coche en la base naval de Pollença. La orden era bombardear el puerto de Valencia. Prepararon dos hidroaviones Cant Z-506, uno de los trimotores más modernos del momento. Justo cuando iba a subir a bordo recibió la orden de cambiar de avión y tripulación. Aquello le extrañó muchísimo pero obedeció.
A las 6.05 de la mañana despegaron de la bahía de Pollença. Tomaron rápidamente altura para esquivar la tormenta y cuando viraron sobre el cabo Formentor el hidro de Ramón empezó a perder velocidad. De repente, se escoró hacia la derecha y cayó en picado hacia un mar de nubes.
Al día siguiente, una lancha encontró los cuerpos de todos los tripulantes menos el de uno. El cuerpo de Ramón tenía un corte profundo en la cabeza y un pie casi arrancado. Diagnóstico oficial: «Agarrotamiento de los mandos».
Desde entonces corren rumores de todo tipo, los mismos que se dieron con la muerte de los generales Sanjurjo y Mola. Hay quien cree que el avión fue saboteado porque temían que se pasara al enemigo. Su compañero Rodolfo Bay estaba convencido de que había sido un atentado.
El velatorio se instaló en el Ayuntamiento de Palma, donde cientos de mallorquines le dieron su último adiós. El generalísimo no acudió al entierro. En su lugar envió a su otro hermano, Nicolás. Los restos de Ramón, el aviador rebelde, el héroe nacional, siguen hoy en el cementerio municipal de Palma, en el panteón especial para aviadores. Se conserva tal cual a la entrada del recinto, con una torre y una corona de gaviotas.
Aparte de su tumba, Mallorca ya no guarda nada que recuerde su paso por la isla. Había una plaza en Palma que llevaba el nombre de «teniente coronel Franco» pero PSOE y PSM lo cambiaron hace unos años por el del filólogo Miquel Dolç.

La cola del avión que pilotaba Ramón Franco cuando se estrelló. Se guarda en el Castillo de San Felipe en Mahón, Menorca.
(Publicado en El Mundo / El Día de Baleares, 26 de octubre de 2013, pág. 69 PDF y en elmundo.es)
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