Cuando en Baleares arrasaban las derechas

Diario Correo de Mallorca, 14 de abril de 1931.

Uno no sabe cómo era Baleares de conservadora hasta que ve los resultados de las primeras elecciones democráticas. Entre 1931 y 1936 los habitantes de estas islas votaron de manera masiva a las derechas. Y cuando digo masiva quiero decir que sacaban casi el doble de votos y ganaban en prácticamente todos los municipios.

Ustedes se preguntarán cómo puede ser así si en 1936 la mayoría de alcaldes eran de izquierdas. Porque a principios del siglo XX el poder de Madrid era tan excesivo, que los gobernadores civiles hacían y deshacían ayuntamientos a su gusto. Una grave deficiencia democrática que hoy es totalmente incomprensible.

Cuando en las elecciones municipales de abril de 1931 ganaron los republicanos en la mayoría de capitales, Palma iba en sentido contrario. En esta capital salieron elegidos 27 concejales monárquicos por 5 republicanos y 4 socialistas. En los pueblos la tendencia era incluso más conservadora debido al caciquismo. Sin embargo, el gobernador civil nombrado por Madrid ordenó crear una comisión gestora con solo republicanos y eligió de alcalde de Palma al socialista Llorenç Bisbal.

Una de las primeras decisiones fue repetir las elecciones en varios municipios. En la calle todavía se celebraba la proclamación de la República, cuando se volvió a llamar a las urnas. En Palma, la jornada electoral estuvo marcada por la baja participación. El diario católico Correo de Mallorca denunció “coacciones, insultos, amenazas y agresiones” a sus electores. Grupos armados rompieron varias urnas. De repente, distritos donde los republicanos habían obtenido el 46% de los votos pasaban a conseguir el 92%. La conjunción republicano socialista pasó de 9 a 25 regidores en Palma.

Diario Correo de Mallorca, 1 de junio de 1931.

En las elecciones generales de 1933 volvió a arrasar el centro-derecha en Baleares hasta el punto de llevarse los siete diputados en liza. En Madrid se formó un Gobierno de derechas que cambió otra vez los alcaldes con la excusa de la revolución de 1934.

Las elecciones generales del 16 de febrero de 1936 se presentaron como un plebiscito sobre el destino de España. Todos los partidos se agruparon en dos grandes bloques: la izquierda y la derecha. Mientras el Frente Popular ganaba claramente las elecciones a nivel nacional, en Baleares la Coalición de Derechas (o de Orden) obtuvo 91.000 votos frente a los 54.000 de la izquierda. Las derechas vencieron en todos los municipios salvo en Calvià y Formentera. En Palma también ganaron en todos los distritos menos en La Soledad-Llevant y Santa Catalina.

Como explica el catedrático Joan Oliver Araujo, “la isla de Eivissa, verdadero feudo de la familia Matutes, era el baluarte más conservador de toda la provincia y muy posiblemente de todo el Estado Español”. En cambio, Formentera fue “el núcleo electoral más progresista del archipiélago”.

El Gobierno en Madrid del Frente Popular ordenó restituir en los ayuntamientos a los alcaldes de izquierda que habían sido suspendidos. Por eso, la mayoría de alcaldes eran de izquierdas en 1936. Ahí se explican las tensiones en los municipios de Baleares, donde el ayuntamiento era de un color y la mayoría de los ciudadanos de otro.

Diario Correo de Mallorca, 17 de febrero de 1936.
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Ultras y padres de familia

Esta semana circula por redes sociales un audio con la conversación entre un ultra del FC Barcelona y otro del RCD Espanyol. El primero llama al segundo para amenazarle por invadir el campo el pasado domingo mientras los jugadores del Barça celebraban La Liga en el césped. El diálogo dura unos 10 minutos y pone los pelos de punta. Se trata de dos padres de familia. El del Barça amenaza al otro con apuñalarlo si no se borra un tatuaje de “Ultras Español”. El otro intenta escurrir el bulto como puede, alegando que tiene familia. La moda de ser ultra se está yendo de las manos en Europa. Lean el diálogo y verán el nivel de locura en el que estamos. Empieza hablando uno que se identifica como miembro de los Boixos Nois.

—Estás metido en un jaleo. Para mí, que saltes al campo a hacer el friki es tu problema. Pero si vas con “Ultras Español” tatuado en el brazo y toda Barcelona te ve, pues ahora te van a arrancar los dientes. Es normal. Por ahora, el tatuaje te lo vas a quitar. Te lo juro por la vida de mis hijos. Si no, donde te vea te voy a apuñalar. O tú a mí. Si tienes una mujer y una familia, no te metas en jaleos. No hagas el idiota. Ahora yo me las tengo que ingeniar para que no te hagan nada.

—Yo no me he metido en ningún follón —responde el ultra del Espanyol.

—No me vendas la moto que has salido en todas las televisiones. ¿Tú eres ultra? ¿Sí o no?

—Yo tengo mis sentimientos… Soy un aficionado del Espanyol.

—No, no. Tú eres ultra y eso no tiene nada que ver con ser un aficionado. A ver si os lo metéis en la cabeza. Ahora, atente a las consecuencias, campeón.

—Si ves los vídeos, no entro en el campo de los primeros. Yo entro para quejarme de la directiva.

—Eso me da igual. Mira, os fuimos a pegar ayer, cuando sois un caramelo. No valéis. El tatuaje te lo vas a borrar. Sí o sí. Te lo estoy diciendo en serio. Porque yo sí que soy un ultra. Soy un ultra del Fútbol Club Barcelona. Yo sí que me pego por el fútbol. A la gente de aquí le suda la polla la policía. Porque la foto que va rulando es la tuya. Te ven con “Ultras Espanyol”, en plan hooligan. Y los hooligans van a por hooligans. Otra cosa es que fueras un padre de familia que fueras a La Curva.

—Yo soy padre de familia. Estaba viendo el fútbol con mis hijos.

—Pues te vas a quitar el tatuaje y te dedicas a tu familia. Si no, coges a 20 de tu grupo y solucionamos esto.

Si esta es la conversación entre dos padres de familia, imaginen las de los más jóvenes. El movimiento ultra sigue muy fuerte en toda Europa. Los viajes con el equipo son ahora más frecuentes y cada semana vemos noticias de violencia. El pasado sábado los jugadores y el entrenador del Milán tuvieron que ir a rendir cuentas ante sus ultras en el mismo césped tras perder un partido. A este nivel de control llegan algunos equipos. Revisen dónde se meten sus hijos… o sus padres.

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La última carta del miliciano David Amat Sala

La carta del miliciano David Amat Sala que se conserva en el Archivo Militar de Palma.

Cuando los morteros enemigos dieron por fin un rato de descanso, el miliciano David tomó papel y lápiz. Quería avisar a su novia de que estaba luchando en primera línea del frente de Mallorca. Su salida de Barcelona había sido precipitada y ni siquiera se había podido despedir. Se sentó a cubierto tras la gruesa pared de piedra que le servía de parapeto, colocó el papel sobre una caja de municiones y escribió: “Recordada María: Aquí en Porto Cristo se está muy bien, no pasa nada. He saludado a muchos amigos que tenía aquí. La norma es dejarse la barba y ahora parezco un superviviente de la edad de piedra. También fumamos en pipa. Suerte que tabaco no nos falta. Esto acabará muy pronto. Esta gente (los fascistas) están desmoralizados completamente”.

Estas letras son las últimas que se conservan de él. Se guardan en el archivo militar de Palma y todavía nadie sabe exactamente qué le pasó. Está registrado como desaparecido en combate en el listado oficial de víctimas elaborado por el historiador Gonzalo Berger. Un documento de las milicias prueba que su padre, Joan Amat, lo buscaba en Barcelona todavía el 18 de septiembre, dos semanas después de terminar la Batalla de Mallorca. Tendría que haber regresado, pero no lo hizo.

David Amat Sala era de Sant Andreu, Barcelona, y estaba afiliado al partido Estat Català cuando se alistó en la tercera centuria de la Columna Zapatero. Se llamaba así porque su comandante era un militar profesional, el capitán Marcelino Zapatero. David estaba realizando una instrucción exprés en la capital catalana cuando recibió orden de embarcar cuanto antes. Sus compañeros de Mallorca necesitaban urgentemente refuerzos. Su grupo fue de los últimos en llegar a la isla. Partió en barco el 30 de agosto de 1936, paró en la Menorca republicana y llegó a Porto Cristo el 1 de septiembre.

Milicianos de Estat Català, en el barco rumbo a Mallorca en agosto de 1936.

Su destino fue el lugar más difícil del frente: una larga pared de piedra en la zona alta de Porto Cristo llamada el Parapeto de la Muerte. La artillería franquista y la aviación italiana les machacaban sin descanso. Cada día sufrían entre 8 y 10 muertos pero rehacían la línea constantemente. Estaban aferrados al terreno. No retrocedían ni un centímetro.

El 3 de septiembre, solo dos días después de llegar David, el Gobierno de la República dio orden de retirada. Todas las columnas antifascistas reembarcaron rumbo a Barcelona. Los franquistas entraron en el Parapeto de la Muerte y solo hallaron cadáveres. Quizá encontraron la carta de David en su mismo bolsillo o encima de la caja de municiones. O puede que lo cogieran vivo y fuera fusilado la noche siguiente en el cementerio de Son Coletes, en Manacor. No lo sabemos.

La carta termina así: “Te ruego que vayas a casa y enseñes esta carta a mi padre, así tendrá noticias mías. También te ruego que me escribas cuanto antes. Estoy ansioso de saber tu opinión sobre todo esto. Dile a tu madre que no se espante, que esto se acabará muy pronto y en nada podremos ir al cine. Recibe un fuerte abrazo de tu futuro compañero, David Amat”.

Militares y fascistas, tras la conquista del Parapeto de la Muerte. Porto Cristo, 1936.
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El primer cura fusilado en Ibiza

Milicianos llevan detenido a un sacerdote en las calles de Ibiza capital. Muy posiblemente se trata de Antonio Roig Guasch. La foto se publicó en la revista falangista mallorquina Aquí Estamos. Indicaron que el negativo lo portaba un miliciano antifascista muerto en Porto Cristo (Mallorca).

El libro Els Morts, de José Miguel L. Romero, relata las primeras muertes de la Ibiza republicana. Fueron tres miembros de la misma familia: el cura de San Carlos, su padre y su hermano. El autor explica que los dos primeros murieron en la misma parroquia, donde residían, porque allí se enfrentaron con escopetas a los milicianos antifascistas que acababan de desembarcar en la isla. Muchas fuentes daban a entender que cayeron en combate pero hace poco las memorias del anarquista Tòfol Pons han revelado la verdad.

La mañana del 8 de agosto de 1936, una columna de milicianos catalanes dirigida por el capitán Bayo desembarcó en el norte de la Ibiza franquista. Avanzaban poco a poco, con precaución, pero un grupo de anarquistas y otro de marineros conocidos como la Guardia Negra decidieron adelantarse porque no encontraban oposición. Según el diario de uno de los marineros, ocurrió lo siguiente: “Después de andar dos kilómetros y medio, llegamos frente a la iglesia de San Carlos con bandera blanca. Fuimos recibidos con descarga cerrada hecha desde dentro del edificio. Contestamos con un nutrido fuego y después fuimos al asalto, a pecho descubierto. En la iglesia murieron un cura y un individuo con uniforme de oficial del ejército”.

El anarquista menorquín Tòfol Pons estaba también allí y revela cómo murieron exactamente: “Llegamos a San Carlos y en la plaza de la iglesia fuimos recibidos a tiros de escopeta. Bayo dijo que diéramos la vuelta a la iglesia para que no se escapara nadie. Hubo un fuerte tiroteo y al final se sorprendió a los francotiradores: era el cura y su padre. Fueron fusilados enseguida en la misma plaza. El cura era alto y fuerte; su padre era pequeño y delgado”.

Se trataba de Antonio Tur Costa, sacerdote de 33 años, y su padre, Antonio Tur Clapés, payés de 65 años. Los marineros requisaron una camioneta y avanzaron sin ningún tipo de apoyo hasta Santa Eulària, donde ejecutaron al otro componente de la familia, Vicente, payés de 38 años. Poco después llegaron los anarquistas: “Al llegar a Santa Eulàlia no se veía a nadie, sólo un cadáver en el suelo. Era el hermano del cura de San Carlos, al que habían fusilado los marinos por ofrecer resistencia”. Este grupo de marineros avanzaría con la misma temeridad una semana después en Mallorca y sería aniquilado en una emboscada.

El sacerdote Antonio Tur Costa, fusilado en San Carlos, Ibiza, en 1936. Foto: Obispado de Ibiza.

La diócesis de Ibiza exhumó en 2018 los cuerpos de San Carlos y ambos presentaban heridas de bala en la cabeza. Su objetivo es canonizar a los 21 religiosos asesinados durante el mes que Ibiza estuvo bajo control republicano.

José Miguel L. Romero relata también la increíble historia del sacerdote Vicente Ferrer Guasch, alias Cama, que sobrevivió de milagro al fusilamiento masivo de 93 personas en el Castillo de Ibiza. Llegaron a darle el tiro de gracia pero la bala le atravesó la cara y sobrevivió. Ofició misa toda la vida con una voz ronca muy característica debido a aquel disparo. Murió en 1986 y desde 2007 hay un monumento a su memoria en la iglesia de Sant Joan de Labritja.

Monumento dedicado al sacerdote Vicente Ferrer Guasch, superviviente de un fusilamiento. Iglesia de Sant Joan de Labritja, Ibiza.
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Reseña del profesor Matteo Re sobre ‘El oro de Mussolini’

El profesor doctor Matteo Re, de la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid), ha publicado una reseña sobre mi libro El oro de Mussolini (Arzalia) (Amazon) en la revista académica Aportes. Agradezco su excelente análisis. Se puede descargar aquí en PDF.

La profesora Eugenia Patricia Rossi también publicó una reseña en la revista argentina Historia y guerra.

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Miquel Dolç, Hila, Franco y Mussolini

Los italianos y mallorquines que montaron los primeros aviones enviados por Mussolini a Mallorca. Entre ellos están el filólogo Miquel Dolç, Bartolomé Sagrera, Antoni Mestre y Ramón Rullán. Fuente: Barreiro.

El actual alcalde de Palma, José Hila, conocido por cambiar placas de calles dedicadas a personas sin saber quiénes son, fue el que bautizó la antigua plaza Teniente Coronel Franco con el nombre del ilustre filólogo Miquel Dolç. Fue hace 15 años, cuando era concejal, y la razón del cambio fue que la anterior denominación era franquista. Como no se puede saber de todo, quizá él no sabía que el teniente coronel Ramón Franco, hermano del dictador, fue de izquierdas toda la vida —llegó a ser diputado de ERC— y solo fue “franquista” durante la Guerra Civil. Quizá tampoco sabía que Miquel Dolç luchó en el bando franquista, que sirvió como traductor de los fascistas italianos de Mallorca y que fue condecorado por Franco y Mussolini. Paradojas de la memoria.

Miquel Dolç Dolç era de Santa Maria y tenía 23 años cuando comenzó la guerra. Entonces ya era un poeta reconocido. Había cursado estudios eclesiásticos en Roma, hablaba italiano y fue movilizado por los franquistas para una misión que decidiría el destino de Mallorca: servir de traductor para el montaje de los primeros aviones enviados por Mussolini. Pasó toda la noche del 27 de agosto de 1936 montando tres cazas que cambiarían el curso de la Batalla de Mallorca. A la mañana siguiente, los pilotos italianos aniquilaron los hidroaviones republicanos fondeados en la playa de Sa Coma.

Los técnicos que montaron aquellos cazas posaron después para la foto de la victoria. En la imagen aparece Miquel Dolç con otros ilustres, como Ramón Rullán, padre del exjugador del Real Madrid de baloncesto Rafa Rullán, y Bartolomé Sagrera, descendiente del arquitecto Guillem Sagrera.

Dolç pasó el resto de la guerra sirviendo como cabo de aviación y traductor de los fascistas en la base aérea de Son Sant Joan, actual aeropuerto de Palma. En febrero de 1937 participó en una función a beneficio de las milicias de Falange. Según el BOE, el 7 diciembre de 1937 fue “gravemente herido” en un bombardeo republicano. Por ello, Franco le concedió la Medalla de Sufrimientos por la Patria con derecho a una “pensión de 25 pesetas mensuales con carácter vitalicio”. Sobrevivió a la guerra y en 1939 recibió la Cruz italiana al Mérito de Guerra.

Después del conflicto dedicó su vida a las letras. Ejerció de catedrático de universidad y tradujo multitud de obras clásicas al catalán. Recibió multitud de honores tanto en dictadura como en democracia, como la Encomienda de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio en 1951 y la Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Catalunya en 1983. En los últimos años de su vida dirigió la redacción de la Gran Enciclopèdia de Mallorca y fue investido honoris causa por la UIB. Murió en Madrid en 1994. Actualmente, además de una plaza en Palma, tiene calles a su nombre en Santa Maria y el Pont d’Inca.

Dolç fue un hombre adaptado a su tiempo. Su sobrino Gabriel Dolç asegura que desconocían su papel con los aviadores italianos: “En la familia nunca se habló de esto. Solo nos contaron que durante la guerra trabajó en unas oficinas. No sabíamos nada de las medallas. Si Mussolini se la dio, seguro que la tiró”.

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Los presidentes del Real Madrid represaliados

La Generalitat de Catalunya se metió el otro día en el lamentable debate entre el Real Madrid y el FC Barcelona sobre quién había sido más franquista, cuando es obvio que ambos fueron equipos del régimen porque no había alternativa. La portavoz del Govern afirmó que el video que colgaron los blancos estaba manipulado y recordó que el presidente blaugrana Josep Sunyol había sido asesinado por Franco, como dando a entender que esa fue la causa. Sunyol, que era diputado de ERC, fue ejecutado junto a otras tres personas ajenas al Barça porque su coche se despistó en el frente de Madrid y acabaron en las líneas franquistas. Su asesinato fue político, no deportivo. Dos presidentes madridistas también sufrieron muerte, prisión y exilio por las mismas razones.

El Real Madrid tuvo presidentes de izquierdas durante la II República, como Rafael Sánchez-Guerra, que era también concejal por la conjunción republicano-socialista. Durante la guerra le sustituyó al frente del club blanco Antonio Ortega Gutiérrez, que fue uno de los comandantes comunistas más importantes del Ejército republicano. Llegó a ser director general de Seguridad en 1937 y se distinguió por su obediencia al ala más estalinista del PCE. Los historiadores han demostrado que fue uno de los responsables del secuestro, tortura y asesinato del comunista disidente Andreu Nin, líder del POUM.

Ambos presidentes tuvieron un papel clave en la caída del Madrid republicano en 1939. Antonio Ortega era el comandante del III Cuerpo del Ejército del Centro y como tal facilitó la victoria del golpe militar del coronel Casado que significó la rendición de la ciudad y el fin de la guerra. Como militante del PCE, debería haber movilizado sus tropas contra la sublevación anticomunista dentro del Ejército republicano pero prefirió hacer de mediador entre las partes. Su neutralidad condenó a la derrota a las brigadas comunistas. A pesar de las diferencias entre antifascistas, Franco no distinguiría entre unos y otros. Ortega fue asesinado mediante el sistema de garrote vil en 1939.

Sánchez-Guerra también tuvo un papel clave en la rendición de Madrid porque ejercía de secretario del coronel Casado. Sus manos no estaban manchadas de sangre y había salvado a derechistas perseguidos, pero tampoco evitó la represión. Como explica el historiador Paul Preston, en 1940 fue condenado a cadena perpetua. En 1946 salió en libertad y se exilió a Argentina.

El diario ARA publicó este martes un extenso artículo titulado “El franquismo contra el Barça que el video del Madrid esconde”. En el texto no hay grandes datos que respalden el título. Vuelven a recordar que Santiago Bernabéu sirvió como cabo franquista y poco más. El principal argumento lo da el historiador Carles Vinyes, miembro del FC Barcelona: “La gran diferencia es que el Barça ha luchado por recuperar la memoria histórica de sus represaliados y el Madrid todavía no tiene ningún espacio dedicado a su presidente ejecutado”. Es verdad que Ortega no sale en la web del club blanco, se supone que porque no fue un presidente electo.

El vídeo del Real Madrid termina con una frase de Bernabéu: “Cuando oigo que el Madrid es el equipo del régimen, me dan ganas de cagarme en el padre de quien lo dice”.

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Las hijas de la Batalla de Mallorca

Un grupo de vecinos se reunió el otro día sobre la arena removida de la playa de Sa Coma. Querían rendir un silencioso homenaje a los cientos de milicianos cuyo cuerpo sigue desaparecido en esa zona del levante mallorquín. Allí, junto al cuartel general de capitán Bayo, nos sentamos en una cafetería y rememoramos una de las historias más extrañas de la Guerra Civil: el nacimiento de dos niñas en una cueva que quedó entre los dos fuegos de la Batalla de Mallorca. La historia aparece en los libros de Josep CortésRafel Perelló y Serafí Guiscafré.

Son Carrió es una pedanía de Sant Llorenç des Cardassar que quedó en el centro del campo de batalla. Desde el inicio de la guerra, el capellán alertaba en misa de que se esperaba un desembarco en su costa: “Cuando toquemos las campanas, debéis huir y esconderos”. Y así lo hicieron. El 16 de agosto de 1936 todos los vecinos desalojaron sus casas porque miles de “rojos” avanzaban hacia el pueblo. Dejaron las puertas abiertas para que no se las rompieran.

Un grupo de 60 personas con dos embarazadas avanzó campo a través hacia el norte pero el fuego era cada vez más intenso. Caían bombas desde el mar y el aire. En medio del caos, decidieron refugiarse en la llamada Clova Petita, una cueva que estaba literalmente en tierra de nadie, es decir, entre las trincheras de ambos bandos. El miedo llevó a una de las mujeres a romper aguas. Necesitaba asistencia y uno de los vecinos salió a buscar ayuda. Los testigos aseguran que la providencia salvó a aquel hombre de una muerte segura. Sorteó una lluvia de balas en una carrera imposible hasta que alcanzó las líneas de Bayo: “¡Ayuda! ¡Una mujer está de parto!”. Los milicianos enviaron al médico de la columna y nació felizmente María Jesús. Le pusieron ese nombre porque vino al mundo en una cueva, como Jesucristo. Poco después, nacería otra niña, un segundo rayo de luz en un campo de muerte. Desde entonces, en el pueblo conocen a aquellas niñas como Ses coveres. La primera todavía vive.

El 26 de agosto los antifascistas tomaron Son Carrió y llevaron alimentos a la cueva. Como explica en su libro Rafel Perelló, las fuentes orales coinciden en que fueron “muy educados” pero ocurrió un hecho curioso. Los milicianos vestían ropa que habían cogido en las casas del pueblo y uno llevaba colgada una muñeca. Una de las niñas de la cueva la agarró y los padres dijeron al miliciano: “Es que la muñeca es suya y la ha reconocido”.

Milicianos antifascistas de la Batalla de Mallorca.

El combate terminó pero aquello no fue un final feliz. El padre de una de Ses coveres temía ser asesinado por ser de izquierdas y decidió huir a la Menorca republicana. La historia parece sacada de una película: servía de maquinista en un barco de vigilancia de Porto Cristo cuando emborrachó a tres falangistas para quitarles el arma y encerrarlos en la bodega. Apareció en Ciutadella con los tres prisioneros y la exigencia de salvarles la vida. Como represalia, los franquistas encerraron a su mujer durante siete meses. Después de la guerra, él sería condenado tres veces a muerte pero acabaron perdonándole tras siete años en campos de trabajo.

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Las banderas de los milicianos de Mallorca

Bandera de los milicianos antifascistas del Desembarco de Bayo en 1936 en Mallorca. Museo del Castillo San Carlos. Palma. Foto: Manuel Aguilera.

El hallazgo de los cuerpos de tres mujeres en Manacor y la excavación de la fosa de la playa de Sa Coma ha despertado el interés por los milicianos de la Batalla de Mallorca. En el Gobierno acostumbran a llamarlos “republicanos” cuando eso es un reduccionismo interesado. En los últimos años se ha ocultado deliberadamente que gran parte de los antifascistas, por no decir la mayoría, luchaban por la revolución.

Los hombres y mujeres que desembarcaron con el capitán Bayo en agosto de 1936 pertenecían mayoritariamente a tres organizaciones: Estat Català, CNT-FAI y PSUC-UGT. Sus aspiraciones, hay que decirlo claro, no eran la defensa de la República democrática capitalista de 1931, sino la independencia de Catalunya, el anarquismo y el comunismo, respectivamente. Negarlo es hacer un flaco favor a su memoria. Lo explicaré a través de la voz de tres de sus líderes.

El número 2 de Estat Català, Josep Maria Xammar, afirmó sobre el Desembarco de Bayo lo siguiente: “Esta empresa tenía bases nacionalistas catalanas. Cada partido quería tener un frente de guerra bajo su hegemonía. El frente de Mallorca era idea y realización de Estat Català en funciones de máximo exponente del nacionalismo catalán. No queremos ni podemos negar la participación en la aventura mallorquina de fuerzas de los otros partidos y de las sindicales pero es de justicia reconocer, a pesar de la dirección técnica de militares españoles (Bayo y Zapatero, principalmente), que Mallorca fue el intento de los nacionalistas catalanes para integrar la vieja confederación catalano-aragonesa. La empresa fue abandonada por el vil chantaje del entonces ministro de Defensa español, el unitario señor Prieto”.

El menorquín Tòfol Pons fue un miembro destacado de la columna anarquista que luchó en el sector de Son Servera. En una entrevista publicada en la revista Perlas y Cuevas en 1986 explicó por qué vinieron a Mallorca: “Nuestro objetivo era organizar la revolución en los lugares conquistados. Es decir, que nuestro propósito no era hacer solamente la guerra, sino con ella la revolución, porque sabíamos lo que una República significaba en contenido social y no queríamos arriesgar nuestras vidas para volver a un sistema del cual ya habíamos sido víctimas”.

Gorro de la CNT-FAI de un miliciano del Desembarco de Bayo en 1936 en Mallorca. Museo del Castillo San Carlos. Palma. Foto: Manuel Aguilera.

El periodista comunista Francisco de F. Soria publicó en 1937 un libro titulado Mallorca… por qué fuimos y por qué la abandonamos. Él cubrió la batalla para el diario Mundo Obrero y lamenta que entre los desembarcados había “demasiadas banderas”, cada una de su ideología. Cuenta el caso de un soldado del bando enemigo que tardó varios días en pasarse a la zona antifascista porque nunca veía en ella una bandera republicana sino “separatistas”, comunistas y anarquistas. “Estos no son los míos”, pensaba. “A punto estuve de renunciar a mis deseos de evadirme del campo faccioso, pero ayer comprobé que, sobre un árbol de estas trincheras-parapetos, ondeaba la bandera de la República. Si en vez de tantas banderas, hubieseis traído una sola, muchas cosas hubiesen pasado de otra forma y en beneficio de todos”. 

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La ‘invasión’ italiana de Menorca

Marinos del Acorazado Roma que llegaron muertos o murieron en Menorca. Placa en el Hospital de la Isla del Rey, en Menorca. Foto: Manuel Aguilera.

Gustavo Bellazzini es el único marino del Acorazado Roma que sigue vivo. Tiene 101 años y todavía guarda una estrecha relación con Menorca. Este año es, además, muy especial: se celebra el 80 aniversario del día que volvió a nacer, cuando los nazis hundieron su barco y salvó la vida milagrosamente. Su foto con 18 años está colgada en una de las salas del hospital de la Isla del Rey, un enorme complejo levantado por los ingleses en 1711 en una pequeña isla en medio del puerto de Maó. La visité el pasado sábado gracias a la fundación que dirige el general Luis Alejandre y pude conocer de cerca esta insólita historia de la II Guerra Mundial.

Tras el golpe que derrocó a Mussolini el 25 de julio de 1943, el mariscal Badoglio rindió todo el Ejército a los Aliados. La historia se repetía. Italia cambiaba de bando y Alemania respondió invadiendo la península apenina. De un día para otro, los antiguos camaradas se convirtieron en enemigos.

Los alemanes infligieron el primer castigo sobre el buque insignia de la flota italiana: el Acorazado Roma. Lo encontraron el 9 de septiembre entre Córcega y Cerdeña cuando se dirigía a rendirse a los Aliados y lanzaron sobre él varios bombarderos. Un misil radioguiado Fritz-X que solo había sido usado una vez acertó de lleno sobre el depósito de municiones. La terrible explosión partió el buque por la mitad y lo hundió en pocos minutos. Murieron 1.252 hombres.

El Acorazado Roma en el museo del Hospital de la Isla del Rey de Menorca. Foto: Manuel Aguilera.

Cuatro barcos recogieron a 520 supervivientes, muchos de ellos con graves quemaduras, y se vieron en una encrucijada porque no había un puerto italiano seguro cerca de allí. Decidieron huir hasta una zona neutral: las Islas Baleares. El puerto de Maó les permitió refugiarse e ingresar 248 heridos en el hospital de la Isla del Rey.

En el trayecto habían muerto 13 marinos, los más graves, y en la Isla morirían 13 más. Todos fueron enterrados en el cementerio de Maó y todavía hoy se celebran actos castrenses en su memoria.

Los supervivientes y el resto de las tripulaciones se quedaron más de un año allí amarrados. Eran más de 2.000 e invadieron una ciudad de entonces sólo 20.000 habitantes. Los mahoneses respondieron con amabilidad: les daban comida, les lavaban la ropa, iban juntos a misa, jugaban al fútbol y salían a bailar. Al menos surgieron siete parejas que acabaron en matrimonio. También hubo riñas entre chicos locales e italianos que competían por las chicas.

El libro El Hospital de la Isla del Rey del Puerto de Mahón desvela también algunos problemas políticos. Los marinos italianos eran, en general, antifascistas y deseaban la paz. Sin embargo, un grupo de fascistas convencidos se dedicó a planear su huida para reincorporarse a la nueva República Social Italiana, el gobierno títere de Alemania que Mussolini dirigía desde el norte. Unos 20 fascistas huyeron en una barca el 6 de febrero de 1944 y todo indica que naufragaron debido al mal tiempo.

Cada domingo desde hace 19 años, unos 80 voluntarios trabajan en la rehabilitación del hospital tricentenario de Maó, historia viva de Europa.

Mausoleo a los italianos del Acorazado Roma en el cementerio de Mahón, Menorca.
Mausoleo a los italianos del Acorazado Roma en el cementerio de Mahón, Menorca.
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Homenaje a Juan Ronda Rubio

Gran parte del personal de Minimax a principios de los noventa.

Juan Ronda lo recuerdo como un gigante. Un coloso con barba y anchas espaldas que blandía cuchillos que parecían espadas. Cuando lo veía, me impresionaba. Era el carnicero del Minimax, el supermercado de la calle Aragón de Palma donde trabajaba mi padre. Yo era muy niño pero tengo guardada su imagen. El otro día regresó su recuerdo en un reencuentro del personal de Minimax en un bar del Rafal. Su hermano Pascual Ronda abrazó a mi padre y juntos lloraron recordando a Juan. Luego Pascual me cogió aparte: “Dale mañana este sobre a tu padre. Ahora no, que está muy emocionado”. Era una foto de su hermano que ponía en el reverso: “Para mi compadre Manolo. Desde los cielos, un abrazo fuerte”.

Juan nació en 1951 en Menorca en una familia de carniceros. Todos: su abuelo, su padre y sus dos hermanos se dedicaron a lo mismo. Cuando era muy pequeño, su familia se trasladó a una de las viviendas sociales del barrio de Corea, en Palma. Empezó a trabajar con sólo 14 años porque su padre falleció pronto y él tuvo que encargarse de sus hermanos, Pascual y Jose. “Para mí fue como mi padre. Yo le tenía adoración”, recuerda Pascual. Conoció a su mujer y la introdujo también en el oficio. Se casaron y se fueron a vivir a Son Sardina.

En sus mejores años participó en el nacimiento de un nuevo concepto de supermercado: Minimax. Aquella empresa fundada con capital mallorquín en 1980 fue un éxito sin precedentes. La carnicería de los hermanos Ronda hacía cajas de récord cada día y tenían clientes que venían desde la otra punta de la isla. “Aquello fue el boom. Rompimos todos los moldes. Éramos una gran familia”, subraya Pascual. Fueron años felices. El personal era muy joven y todo estaba por hacer. Había pasión y ganas. Encima la economía iba como un tiro.

Todo se torció el 25 de mayo de 1994. En la radio anunciaron que un obrero de 43 años había muerto aplastado por un camión en Mercapalma: “Juan José Ronda estaba sobre el muelle de carga, ayudando mediante señas al conductor. El camión maniobraba marcha atrás y aplastó al trabajador”. Los periódicos publicaron la fotografía con el cuerpo tumbado sobre el muelle y varios policías alrededor. Era una imagen desgarradora que vulneraba la ética periodística. La prensa priorizó el morbo sobre el respeto a la familia de la víctima. Juan dejaba mujer y dos hijas.

El funeral fue masivo. La familia estuvo recibiendo pésames durante cerca de cinco horas: familiares, amigos, compañeros, clientes… Juan era una persona muy querida en Mallorca. “Todos se portaron de manera inmejorable”, afirma Pascual.

Aquel año 1994 murieron en España cerca de 1.400 personas en su puesto de trabajo. Una epidemia mortal totalmente silenciada. Las cifras han mejorado con los años pero desde 2013 no dejan de subir. El año pasado fallecieron 826, es decir, más de dos personas cada día. El 70% son hombres en labores peligrosas.

Juan, compadre, de parte de mis padres, mis tíos y toda la familia Aguilera, un abrazo fuerte.

Juan Ronda Rubio. Fuente: Familia Ronda Rubio.
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Quiñones y la matanza del Atlante

Vapor Atlante. Fuente: Trasmeships.

La lectura de la biografía de Aurora Picornell, del historiador David Ginard, me ha llamado la atención sobre la importancia de su marido y padre de su hija: Heriberto Quiñones González. Su vida parece sacada de una novela de espías. De origen moldavo, fue uno de los primeros agentes que envió Stalin a España para organizar el Partido Comunista y se instaló en Mallorca. Su edad y nombre real es todavía un misterio. Lo que sí sabemos es que fue uno de los responsables de la represión en Menorca durante la Guerra Civil.

Quiñones era un fanático del comunismo. En los años treinta entraba y salía de la cárcel con asiduidad, casi siempre acusado de portar una identidad falsa. En Mallorca entabló una relación con una joven militante del Molinar llamada Aurora Picornell y en 1934 tuvieron una hija a la que llamaron Octubrina Roja, en homenaje a la revolución bolchevique. Esto explica hasta qué punto la política condicionaba su vida. Aquella frenética actividad en favor del partido le obligó a viajar continuamente y convertirse en una pareja y padre ausente.

El Sur, 28 de junio de 1932.

El golpe de Estado le sorprendió ingresado en un hospital de Madrid. Se trasladó a Barcelona para ayudar en la organización de la expedición del capitán Bayo pero no llegó a participar en la Batalla de Mallorca. A partir de septiembre de 1936, se instaló en Menorca (única isla bajo control republicano) como líder del PCE en Baleares. Desde allí gestionó la liberación de Aurora Picornell a cambio de unas monjas mallorquinas detenidas en zona republicana pero no tuvo éxito.

Como explica Ginard, iba siempre armado y con dos escoltas. Varias fuentes le acusan de participar en arrestos, saqueos de domicilios y asesinatos. En un artículo del 4 de noviembre de 1936 propuso “limpiar completamente toda Menorca de facciosos”.

Así llegó la matanza del Atlante. El 18 de noviembre un bombardeo de la aviación fascista italiana provocó siete muertos en Maó. La gente pidió venganza y asaltó el barco prisión Atlante ante la pasividad de los guardias de seguridad. El historiador Juan José Negreira afirma que varias fuentes apuntan a Quiñones como el autor de la lista de personas que había que matar. Sacaron de sus celdas a 50 presos, la mayoría militares, y los asesinaron allí mismo. Al día siguiente, se repitió el episodio y mataron 23 más. Los testigos dicen que “unos se despedían, otros iban tristes, otros les echaban en cara su crueldad…”. El capitán médico José Riera se arrojó al agua y allí mismo lo ametrallaron. El cadáver se quedó flotando hasta el día siguiente.

Las actuaciones de Quiñones fueron condenadas incluso por las otras fuerzas antifascistas. CNT, UGT y PSOE rompieron con él por sus “bárbaros procedimientos”. Le llamaban “malhadado personajillo” y le invitaron a marcharse de Menorca.

Solo un mes y medio después de aquella matanza del Atlante, el 5 de enero de 1937, los franquistas asesinaron a su mujer, Aurora Picornell, junto a otras cuatro “Rojas del Molinar” en el cementerio de Son Coletes, en Manacor. Quiñones recibió la noticia varios meses después, cuando ya residía en Valencia. Sobrevivió a la guerra pero fue detenido al intentar reorganizar el PCE en la clandestinidad. Fue fusilado en Madrid en 1942.

Heriberto Quiñones. Fuente: Wikipedia.
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El último combate de Jack Contray

Jack Contray. Fuente: Boxrec.

La velada de boxeo del Teatro Balear del 4 de agosto de 1935 decepcionó a los asistentes. El combate entre Pedro Isasti y el campeón puertorriqueño Jack Contray no ofreció el espectáculo esperado. Según el diario palmesano La Almudaina, “la tendencia a combatir cuerpo a cuerpo restó brillantez a la pelea y el público mostró su descontento”. El árbitro llamó la atención a los púgiles y acabó descalificando a Contray en el séptimo asalto por abrir las dos cejas de su oponente de un cabezazo. Isasti declararía después que aquel oponente era su bestia negra: “Hemos luchado siete veces. Dos combates han sido suyos, dos nulos y tres míos. Contray es un adversario peligroso”. Aquella fue la primera vez que el boxeador de Puerto Rico pisó la isla. Un año después regresaría como miliciano antifascista en la Batalla de Mallorca.

Diario El Día, 7 de agosto 1935. Palma.

Jack Contray era un boxeador muy popular en la España de 1936. Había combatido como peso welter (64 kilos) en prácticamente todo el territorio y llevaba 65 victorias, 28 por KO. También había sufrido 32 derrotas pero de todas ellas solo la última fue por KO. Ocurrió el 30 de mayo de 1936 en Zaragoza contra Pepe Martin. Las semanas siguientes se recuperaría del chasco en Barcelona, donde esperaba participar en la Olimpiada Popular antifascista. Tenía 25 años y era un deportista comprometido. Cuando estalló la Guerra Civil, ya estaba afiliado al sindicato anarquista CNT y, según el historiador Gonzalo Berger, se enroló en la columna López Tienda que el PSUC estaba organizando para desembarcar en la Mallorca franquista.

Contray fue de los primeros en llegar a la fábrica de Sa Coma, en Sant Llorenç des Cardassar, el 17 de agosto de 1936. Allí se encontraron unos campesinos cuyos hijos se asustaron porque nunca habían visto un negro. Según explica Tomeu Ferrer en su libro, “los cuatro niños se fijaron que en el grupo había un negro que portaba un sombrero. Las criaturas se pusieron a gritar ‘¡un negro, un negro!”. Los milicianos les preguntaron por los dueños de la finca. “No viven aquí”, respondieron los campesinos. “¡Pues de buena se han librado!”, avisaron los milicianos.

El boxeador era conocido como El Negro y fue herido en la conquista de Son Carrió del 26 de agosto. El comandante de la expedición republicana, Alberto Bayo, destacó su valor en el frente: “Hemos tenido bajas que quieren seguir combatiendo y no ser evacuados, entre ellos el negro boxeador Jack Contray”A pesar de su resistencia, aquella herida le obligó a terminar su aventura mallorquina. Fue trasladado a un hospital en Barcelona, donde se recuperó y volvió al frente. Esta vez sería al de Aragón con la Columna Carlos Marx, también del comunista PSUC. Allí se reencontraría con otros boxeadores famosos: Valentín Miró (campeón de España), Martínez de Alagón, Manuel González, Francisco Ros, etc.

Sobrevivió a la guerra, cruzó la frontera francesa en 1939 y fue internado en un campo de refugiados. El 30 de marzo de ese año fue repatriado a Nueva York y declaró a Inmigración que quería volver a Puerto Rico a trabajar en una azucarera. Murió el 16 de junio de 1940, con sólo 29 años. No sabemos la causa. EEUU trataba como apestados a los voluntarios comunistas de España.

*Más información en ORTIZ, José, TORRES, Teresita: Voluntarios de la libertad. Puertorriqueños en defensa de la República Española. 

Diario El Liberal, 15 de septiembre de 1936.
Ficha del PCE sobre Jack Contray. Diciembre de 1938. Fuente: historiador Robert Llopis i Sendra.
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Un museo de la corrupción

El edificio de GESA en la entrada de Palma. Fuente: Google Street View.

El PP ha propuesto esta semana convertir el edificio de Gesa en un museo. Me parece una idea genial, pero en lugar de arte contemporáneo yo lo dedicaría a la corrupción, que es lo que representa su historia. Ese bloque acristalado de polígono que preside la entrada a Palma está completamente maldito y simboliza uno de los casos más bochornosos de la corrupción local: el desfalco de Can Domenge. La mala suerte siempre le ha perseguido. Su arquitecto fue asesinado y en 2009 apareció en sus despachos el cadáver de un joven. Pasan los años y sigue abandonado, a pesar de las promesas electorales.

El edificio es la primera parada de la ruta de la historia de la corrupción balear. Cuando traigo gente del aeropuerto y pasamos por delante, me sirve de excusa para contar la batalla de Can Domenge. El solar es uno de los mejor situados de la capital y fue comprado a Endesa en 2005 por la constructora del expresidente del FC Barcelona, Josep Lluís Núñez. Quería derribar el edificio y construir unos super pisos de lujo. Aquello era un mega pelotazo. Con la Catedral al lado y la playa justo delante, podría haberlos vendido a precio de oro. Todo iba bien hasta que el Consell de Mallorca presidido por Maria Antònia Munar (Unió Mallorquina) detuvo la operación al declarar la zona Bien de Interés Cultural. Núñez se quedó con un palmo de narices. Ya tenía la zona vallada y las máquinas de obra desplegadas cuando le prohibieron tocar una piedra. Así se quedó el tema durante años, con una “no obra” a la vista de todos esperando a que un juez enmendara el asunto.

El origen de todo está en un juego de venganzas entre políticos y constructores. En aquellos mismos años, el Consell de Mallorca subastó un enorme solar catalogado como urbanizable llamado Can Domenge (está enfrente del Palma Arena). Núñez ofreció comprarlo por 60 millones pero Munar lo adjudicó por la mitad de dinero a otra promotora catalana: Sacresa. El tema olía a cohecho que tiraba para atrás, así que Núñez lo denunció en el juzgado y al diario El Mundo. Este periódico dedicó numerosas portadas al caso hasta que, muchos años después, el juez concluyó que Sacresa había pagado cuatro millones de euros a los líderes de Unió Mallorquina para quedarse con el solar. Es el mayor soborno confeso de nuestra historia. Munar fue condenada por ello a tres años de prisión.

Unos dicen que Munar protegió el edificio de Gesa como venganza contra Núñez por su denuncia de Can Domenge. Otros que fue al revés: la venganza fue del constructor contra la política nacionalista por lo mismo. En medio de todo quedamos los mallorquines, víctimas de décadas de desfalcos y mentiras por parte de quien nos promete el oro y el moro en las elecciones.

En 2013 el Supremo condenó a Endesa a pagar 103 millones a la constructora de Núñez por los perjuicios en aquella operación. La empresa eléctrica perdió mucho dinero pero ya se lo cobra por otro lado cuando supera los 2.000 millones de beneficios anuales. Como en todas las historias, la policía no es tonta y la banca siempre gana. Los que perdemos somos los ciudadanos.

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La paciencia con Armengol es infinita

Francina Armengol va a cerrar otra legislatura con récord en paz social. Es difícil recordar una manifestación o huelga que haya puesto en problemas al actual Govern. Según datos de Delegación de Gobierno, en el último año se han convocado 852 manifestaciones en Baleares. ¿Le parecen muchas? Si comparamos con los años de las mareas verdes educativas contra el PP de Bauzá, las cifras se disparan hasta el doble o el triple. Por ejemplo, en 2012 se registraron 3.683 manifestaciones, es decir, cuatro veces más que ahora.

El periodista de Ultima Hora Kike Oñate publicó la pasada semana una excelente entrevista a la mayor representante sindical de Educación, Catalina Bibiloni. Sus declaraciones fueron demoledoras. Afirmó que el conseller de Educación, Martí March (PSOE), no había hecho prácticamente nada en ocho años: “No ha hecho ninguna propuesta de mejora de las condiciones de los docentes, no se ha reducido la burocracia ni tampoco las ratios. No ha puesto sobre la mesa ningún acuerdo negociable y el Acord Marc no ha salido adelante. Anuncia, pero no hace nada. Este año hará ocho años que lidera la Conselleria, pero no hemos conseguido ninguna mejora”. Durísimo. Bibiloni avisó de que “la legislatura se acaba y también la paciencia de los docentes”.

Al día siguiente, el conseller lo negó prácticamente todo. Recordó que se han invertido 150 millones más en Educación y se han contratado 2.500 profesores. Lamentó el “discurso negativo” de Bibiloni y lo achacó al periodo preelectoral: “Todo el mundo pide cosas”.

March dio en el clavo: después ocho años de omertá, vuelven las reivindicaciones cuando hay elecciones. El sindicato mayoritario de profesores, el STEI, ha preguntado ahora a sus afiliados y el 75% está dispuesto a movilizarse. Justo cuando quedan tres meses para ir a las urnas. Ni siquiera el clamor de los docentes contra la aplicación de la Lomloe ha hecho sacar las camisetas verdes. Solo ha habido pequeñas protestas sin apenas impacto.

Los problemas en la sanidad pública tampoco han alterado la paz social. El presidente del Sindicato Médico de Baleares, Miguel Lázaro, dijo que “la sanidad no gana elecciones, pero te las puede hacer perder”, así que el Govern llegó a un acuerdo y los sindicatos desconvocaron las protestas. Mientras, media España, con comunidades de todos los colores políticos, está de huelgas y manifestaciones en defensa de la sanidad.

Esta semana hemos conocido otro acuerdo histórico en hostelería, el único sector que le dio algunos problemas con protestas durante las restricciones. El Govern ha llegado a un acuerdo “histórico” con patronales y sindicatos para que suban el sueldo un 8,5% en dos años a 160.000 trabajadores. Se trata de reconocerles las subidas del IPC. Con la inflación disparada, cobrarán prácticamente lo mismo, pero al menos no perderán poder adquisitivo, como nos ocurre a otros trabajadores.

Estos días todos preguntan si es posible que Armengol vuelva a ganar por tercera vez consecutiva. Pienso que sí y, parafraseando a Pepiño Blanco, la “paciencia infinita” que han tenido los sindicatos con ella tiene mucho que ver.

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Memoria para Isabel Soler Adrover

Niñas del asilo El Temple, en Palma, a principios del siglo XX. Fuente: Archivo Llars El Temple.

La niña Isabel Soler Adrover, natural de Felanitx, no aparece en ningún listado de memoria democrática. Tampoco recibió homenaje alguno durante la dictadura. Si lo buscan, su nombre no sale en ningún libro sobre la Guerra Civil. Es una víctima que se ha borrado de la historia. La razón: fue una niña abandonada en un asilo de Palma que murió en un bombardeo republicano. Ni siquiera la prensa de la época publicó bien su nombre. La llamó Isabel Llabrés.

Isabel Soler nació el 18 de abril de 1926 y fue bautizada en la parroquia de Sant Miquel de Felanitx. Sus padres, Rafael Soler Tauler y Margarita Adrover Barceló, debieron sufrir graves apuros porque a los tres años decidieron abandonarla. En enero de 1930 sus tías la ingresaron en el Asilo de la Sagrada Familia, hoy Llars El Temple, situado en el centro de Palma. Allí las monjas le dieron un nuevo hogar. A pesar de la educación disciplinaria de la época, las niñas tenían un nivel de vida digno. Nunca les faltaba comida y aprendían a leer y escribir. Una de sus obligaciones era hacer de plañideras. Acompañaban los cortejos fúnebres hasta el cementerio a cambio de unas monedas.

Niñas del asilo El Temple, en Palma, a principios del siglo XX. Fuente: Archivo Llars El Temple.

Como explican Pere Fullana y Joan Matas en su libro sobre el asilo, la Guerra Civil las obligó a trasladarse a las estancias del Puig de Sant Miquel, en Montuiri, pero decidieron volver a finales de 1936. Pensaban que Palma ya era segura. No contaban con el regreso de los bombardeos.

A las seis de la mañana del 31 de mayo de 1937 sonaron las sirenas de la capital. Un enorme trimotor republicano estaba lanzando bombas sobre el centro. Las explosiones se acercaban poco a poco. Las hermanas y las niñas bajaron desde sus habitaciones por la escalera hasta el refugio como habían hecho tantas veces. Parecía que ya se habían salvado todas, cuando el último proyectil que lanzó el avión cayó en el jardín del asilo y arrancó dos grandes palmeras. Según publicó el diario El Día, “un casco de metralla de esta bomba causó la muerte a una niña asilada del Temple, una muchachita que bajaba con sus compañeras a refugiarse en el sótano y, al notar que no llevaba puestos los zapatos, volvió por ellos y entonces la alcanzó la explosión”.

Visité el lugar exacto este miércoles con la directora de Llars El Temple, Magela Sosa. “Lo que sabemos es que falleció en las escaleras cuando bajaba al refugio. Todavía queda metralla en la pared”, afirmó. En la escalera hay un enorme ventanal que permitió atravesar la metralla. Efectivamente, en la fachada principal todavía quedan vestigios de la explosión.

Metralla en la fachada principal del asilo El Temple, en Palma, en febrero de 2023. Fuente: Manuel Aguilera.

Según el Registro Civil, Isabel murió de “hemorragia traumática interna” y fue enterrada en el Cementerio de Palma “con el número 551”. Tenía solo 11 años. Fue la víctima mortal más joven de las diez que causó el bombardeo. También hubo 26 heridos.

La directora del Temple me contó que fue un milagro encontrar la documentación: “La hermana María Isabel, que es mayor pero está muy lúcida, se tomó en serio la búsqueda”. Para Magela, Isabel fue “doblemente víctima porque como no era nadie conocido su muerte ha quedado en el olvido”. Divagamos sobre qué habría sido de ella de sobrevivir. “Hoy tendría 96 años”, pensé. (Más información sobre este bombardeo)

Esta es la única foto que se conserva de las niñas del asilo El Temple, en Palma, en los años treinta. Una de ellas debería ser Isabel Soler Adrover. Fuente: Archivo Llars El Temple
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El centinela que murió de pena en Can Mir

Apolonia, Agustín Gost Cladera, Miquel Pomar y Catalina. Fuente: Familia Aguiló Siquier.

Agustí Gost Cladera aparece en la placa de Caídos por Dios y por España del cementerio de Sa Pobla (Mallorca). Como tal ha sido reconocido hasta ahora, como un joven patriota que se presentó voluntario en 1936 y entregó su vida en la batalla contra el comunismo. Sin embargo, la verdad es muy distinta. La historia que nunca se ha contado es que fue voluntario para evitar ir al frente y que sirvió de centinela de los izquierdistas condenados a muerte. Aquel destino, en principio cómodo para un soldado, le llevaría a presenciar tales horrores que generó una enfermedad coronaria y murió de pena.

Agustí Gost, alias Collut, nació en Sa Pobla el 18 de diciembre de 1915. Aprendió a leer y escribir en la escuela y comenzó a trabajar como carpintero. Tuvo amigos de ideas republicanas pero nunca se metió en política. Cuando estalló la guerra civil, tenía 20 años y se presentó voluntario en el Cuartel de Artillería de Sant Pere, en Palma, justo donde hoy se encuentra Es Baluard. Allí le dieron una buena noticia: en lugar de ir al peligroso frente de Manacor, serviría de centinela en la prisión de Can Mir, donde hoy está el cine Augusta. Allí se hacinaban cientos de izquierdistas a la espera de un oscuro destino. De vez en cuando llamaban a alguno y lo fusilaban en la puerta del cementerio. A Agustí le encargaron custodiar a los que estaban en capilla consumiendo sus últimos momentos.

Su hermana Apolonia iba a visitarlo y siempre lo encontraba totalmente devastado, hundido en la tristeza. Agustí le explicaba que los lamentos de los represaliados retumbaban en su cabeza: “Por qué a mí”, “yo no he hecho nada”, “qué será de mi madre”. El 20 de noviembre de 1936 fue ingresado en el Hospital Militar por “una enfermedad del aparato circulatorio”. Según publicó la hoja parroquial de Sa Pobla, “en vano se le aplicaron los remedios de la medicina, pues la enfermedad de nuestro joven se agravaba por momentos”. Murió a las siete de la tarde del 1 de diciembre de 1936.

Gracias a Joan Campaner, coordinador de Patrimoni en Sa Pobla, he conseguido entrevistar a un familiar de Agustí. Bernat Aguiló Siquier es el nieto de su hermana Apolonia y nos tomamos un café este martes en el Bar Los Patines de Palma. Con la voz entrecortada, comenzó a recordar: “Mi abuela decía que Agustí era como un ángel y que murió de pena por vivir aquellas escenas desoladoras. Ella lo había criado. Era su hermano pequeño preferido”. Curiosamente, otro de sus hermanos trabajaría después como portero en el cine Augusta. Apolonia apoyó siempre al régimen y se espantaba cuando oía en la familia algún discurso antifranquista. Así fue hasta el fracaso del golpe de Tejero de 1981. Cuando vio que la democracia se consolidaba en España, se atrevió a hablar: “El bruto de Franco mató a mi hermano”, afirmó, ante la sorpresa de todos.

La familia ha tenido una deriva política diferente. El yerno de Apolonia militó en Unió Autonomista y su nieto en el PSM. Bernat Aguiló llegó a ser director general en el Govern del socialista Antich en 2007 y reconoce que su historia familiar le ha inspirado en su pacifismo: “Agustí no fue un héroe sino un antihéroe. Él solo era un buen chico que quería ser carpintero y la vida le atropelló”

La prisión de Can Mir, junto a la plaza de España de Palma. Fuente: Fotos Antiguas de Mallorca.
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Cort incumple la ley de memoria

Diario Baleares, 1 de enero de 1943, página 4.

El Ayuntamiento de Palma mantiene la distinción de la Medalla de la Ciudad a los líderes del golpe militar de 1936 en Baleares. Esto de primeras puede parecer poco importante, pero resulta que es ilegal. Aunque suene surrealista, el gobierno de Cort está incumpliendo la ley 2/2018 de memoria democrática que aprobó su mismo partido: el PSOE. Esta norma daba “el plazo de un año” a las instituciones a “invalidar todas las distinciones de las personas que participaron en el bando golpista o en la represión”. Han pasado cuatro años y nada se ha hecho.

He preguntado a Cort y al Govern y ambos se pasan la pelota. Los dos dicen que la responsabilidad la tiene el otro. La relación entre estas dos instituciones en memoria democrática ha sido tirante desde que el alcalde de Palma, José Hila, retiró en 2021 las placas de las calles ChurrucaGravina y Cervera porque el Govern le había dicho que eran franquistas. Después, el alcalde descubrió que eran militares que murieron antes de que Franco naciera y decidió rectificar. El ridículo saltó hasta los informativos nacionales e Hila declaró: “No sé quiénes son estos almirantes. No tengo por qué saber de todo”.

Por si acaso, yo le cuento el tema de las medallas. Con motivo de la “fiesta de la conquista” de Jaume I, el 31 de diciembre de 1942 el Ayuntamiento de Palma distinguió con la Medalla de la Ciudad a los 120 hombres más comprometidos con el golpe militar. Entre ellos estaban “los que en la mañana del 19 de julio de 1936 se concentraron en el patio de la Capitanía General”. El alcalde, Jorge Dezcallar Montis, afirmó: “Sean las primeras Medallas de oro para el glorioso y llorado general Goded, alma aquí del memorable Alzamiento, quien supo infundir a todos sus alientos y energía para luchar en defensa de la religión y de la Patria; y también para el valiente Juan Barbarà, que en la flor de la juventud dio su vida en aquella fecha gloriosa y memorable”.

El general Manuel Goded Llopis era el comandante militar y líder del golpe en Baleares. Cuando tuvo Mallorca e Ibiza bajo control, voló a Barcelona para dirigir allí la sublevación pero fue detenido y fusilado.

Juan Barbará Puig era el jefe de prensa de la Falange y murió el 19 de julio de 1936 en un tiroteo accidental con militares en la plaza de Cort.

También recibió la Medalla el jefe de la Falange mallorquina, Alfonso de Zayas. Este fue el principal responsable de la represión contra los izquierdistas y comandó el grupo que detuvo a la militante comunista Aurora Picornell (IB3 está preparando un documental sobre ella y este sábado vienen Irene Montero y Yolanda Díaz al acto de homenaje en el Conservatorio).

Después de retirar calles a personas que apoyaron el franquismo, Cort ha presentado este martes un mapa de “dones de Palma” que incluye a la escultora Remigia Caubet, dirigente de la Falange femenina. Aparece justo al lado de Aurora Picornell. También el Ayuntamiento ha sido noticia esta semana por dejar desierto el premio Ciutat de Palma de Novela, el cual sigue llamándose “Llorenç Villalonga”, un escritor que también apoyó el franquismo. La contradicción hecha memoria.

Alfonso de Zayas y Bobadilla, marqués de Zayas. Fuente: Fideus.
Acta municipal de Palma donde se aprueba la concesión de medallas a 120 personas que apoyaron el golpe militar. 23 de diciembre de 1942.
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La condena del comandante Esquivias

El comandante Enrique Esquivias Zurita. Fuente: Massot i Muntaner, Les represàlies de Franco…

Si Mallorca se mantuvo en el bando franquista durante la Guerra Civil, fue gracias a un militar prácticamente desconocido: el comandante Enrique Esquivias Zurita. Es una de esas personas que apenas aparece en los libros de Historia pero fue clave en el triunfo del golpe y la Batalla de Mallorca. En septiembre de 1936 alcanzó la gloria sin saber que el destino le tenía reservada su propia condena: la muerte de dos hijos en los frentes de la Península. Él recibió la Cruz al Mérito Militar y su mujer la Medalla de Sufrimientos por la Patria.

Cuando llegó el golpe militar, Enrique Esquivias tenía cuatro hijos con María Magdalena Sampol y servía como comandante en el Regimiento de Infantería de Inca. El 19 de julio de 1936 ocupó el Ayuntamiento de Palma y fue nombrado “jefe de la defensa interior” de la ciudad. Cuando el 16 de agosto comenzó la Batalla de Mallorca, su columna fue la primera que se enfrentó a los desembarcados en Porto Cristo y, gracias a su intervención, contuvo el avance hasta que llegaron refuerzos. Al día siguiente, dirigió un contrataque que recuperó casi todo el pueblo y devastó la moral del enemigo. Fue, además, el oficial que ordenó el asalto al Café Can Noy, donde 39 antifascistas cayeron prisioneros. La batalla terminó el 4 de septiembre cuando su columna ocupó el Parapeto de la Muerte, en la parte alta de Porto Cristo.

Mapa del ataque de la columna Esquivias en Porto Cristo el 17 de agosto de 1936. Fuente: Pérez Vengut.
Porto Cristo en 2022. Fuente: Google Maps.

Esquivias se convirtió en un héroe para los franquistas. Fue ascendido a teniente coronel, presidió varios consejos de guerra y lo nombraron director de la Escuela Militar de Lluc. Según el diario Correo de Mallorca, transmitía a los alumnos su “probado espíritu guerrero”.

La patria, no obstante, le pediría más sacrificios. Sus dos hijos mayores eran militantes del Sindicato Español Universitario (SEU), perteneciente a Falange, y estaban en edad militar. Así que, tras su bautismo de fuego en Porto Cristo, fueron destinados a los frentes de la Península. El primero en morir fue el pequeño: Miguel Esquivias Sampol. Tenía solo 19 años y servía como alférez de Infantería cuando cayó el 27 de noviembre de 1937 en el frente de Guadalajara. Está enterrado en el Valle de los Caídos.

Correo de Mallorca, 26 de noviembre de 1938, pág. 4.

Su hijo mayor se llamaba Antonio Esquivias Sampol, tenía 21 años y era teniente de Regulares. Había sido herido leve en el frente del Norte y Teruel, y murió el 7 de julio de 1938 en el frente de Castellón.

Correo de Mallorca, 26 de noviembre de 1938, pág. 4.

Los padres se quedaron solo con los dos hijos pequeños: Enrique, de 15 años, y Margarita, de 10. El Régimen les condecoró y aprobó un decreto al estilo de la película Salvar al Soldado Ryan: cuando una familia tuviera tres hijos en el frente, tendría derecho a recuperar uno, priorizando el que estuviera casado. Ya era conocida la sangría de la familia García Noblejas, que perdió al padre y tres de sus cinco hijos. Los otros dos servirían en la División Azul y, al caer el cuarto, ordenaron el regreso del único que quedaba.

Cuando después de la guerra el pequeño de los Esquivias, Enrique, llegó a la edad militar, el Régimen le concedió una “plaza de gracia” en las Escuelas de la Armada. El padre fue ascendido a coronel y ocupó el mando del Regimiento de Infantería Palma 47 entre 1946 y 1949. 

Esquela en Correo de Mallorca, 25 de noviembre de 1938, pág. 3.
Diario Falange (Mallorca), 28 de noviembre de 1938, pág. 2.
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Postales desde la prisión de Can Mir

La prisión de Can Mir, junto a la plaza de España de Palma. Fuente: Fotos Antiguas de Mallorca.

La madre del periodista Antoni Escanellas sacó un día entre los trastos viejos un pequeño paquete. “Son las 30 postales que escribió tu bisabuelo cuando estuvo preso en la guerra”, dijo. Leyeron una al azar: “Hijitos del alma, siento mucho que pasen las fiestas y no os pueda traer el pavo y turrones que tanta alegría os daban”. A Antoni se le rompió el alma. Era el bisabuelo que murió justo cuando nació él, en 1977. Se volcó en su historia y ahora la ha publicado en catalán y castellano con un excepcional estilo narrativo bajo el nombre de Ficha nº15, postales contra el olvido (Dolmen Editorial). El viernes 13 de enero de 2023 tuve el gusto de acompañarle en la presentación en la Casa del Libro de Palma.

Su bisabuelo se llamaba Rogelio Fernández Aguiló y vivía con su mujer y sus siete hijos en la calle Aragón de Palma. El 19 de julio de 1936 fue detenido por ser delegado de UGT en Calzados Minerva. Su bisnieto insiste en que era de izquierdas pero nunca había participado en protestas ni peleas, que la denuncia vino de un compañero que ansiaba su puesto.

Lo encerraron primero en un barco prisión y después en la temida cárcel de Can Mir, un antiguo almacén de maderas situado donde hoy está el Cine Augusta. Allí pasó los peores meses. Las sacas de presos eran constantes. Un militar llamaba a alguien y luego su cadáver aparecía en las afueras de la ciudad. Los que sobrevivían sufrían unas condiciones lamentables. No podían cambiarse de ropa y por la noche tenían que pegarse unos a otros para no pasar frío. “La dignidad, cuando comes junto a ríos de orín, se pierde muy rápido”, afirma Escanellas.

Su familia fue varias veces a rogar su liberación y les contestaban que tenían suerte: “Está mejor dentro que fuera ahora mismo porque los que le denunciaron le podrían haber pegado un tiro en la cabeza y estaría aún peor, ¿no le parece?”.

Rogelio sobrevivió haciéndose valer como zapatero. Arreglaba todo lo que llegaba a sus manos, tanto de compañeros como de centinelas. Aun así, nunca le dejaron ver a su familia. Temía que sus hijos cayeran por el hambre, la guerra o los bombardeos republicanos de Palma: “Las bombas hacían temblar todo”.

Un tribunal militar le absolvió por falta de pruebas en 1937 pero siguió preso. Querían anularle como persona y militante para que no diera problemas. Lo internaron en dos campos de trabajo de Llucmajor y siguió comunicándose con el exterior a través de las postales: “Deseo mucho veros a todos. Creo que será pronto porque han puesto a muchos en libertad”; “Confiad en Dios, que pronto ha de volvernos a dar la dicha de vivir como antes: pobres pero siempre trabajando por España y por vosotros”.

La liberación llegaría el día de Reyes de 1938. Apareció en su casa como un regalo inesperado en forma de hombre delgado, con ropa vieja y menos pelo. La suerte quiso que toda la familia sobreviviera a la guerra pero aquello no fue un final feliz. Rogelio nunca más habló de política ni de nada de todo aquello. El Régimen había ganado: lo había anulado como persona y militante. “Esta es su historia y merecía la pena contarla porque nunca ha recibido ningún homenaje”, concluye su bisnieto.

Página del libro Ficha nº 15, del periodista Antoni Escanellas. Fuente: Dolmen Editorial.
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El cinismo más antiguo de Europa

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Este 2 de enero volvieron a haber manifestaciones en Granada en contra del acto que conmemora la conquista cristiana del reino Nazarí en 1492. Una parte de la izquierda liderada por Adelante Andalucía clamó por el “no a la toma” (de Granada) porque creen que no se puede celebrar un “genocidio” y el exterminio de una cultura. Es lo mismo que dicen de la celebración del 12 de octubre. Sin embargo, Podemos y Més per Mallorca sí que celebran la Festa de l’Estendard del 31 de diciembre que conmemora la conquista cristiana de la isla y el genocidio de los musulmanes mallorquines. Es, probablemente, el cinismo más antiguo de Europa.

El odio a España obliga a veces a cabalgar en ridículas contradicciones. Aquí hay condenas a la carta: la incorporación de Baleares a la cristiandad está bien; la incorporación de Andalucía está mal. La Festa de l’Estendard recuerda la entrada del rey de Aragón Jaume I en Madina Mayurqa (Palma) el 31 de diciembre de 1229 y cuenta cada año con la participación de todos los grupos políticos. Incluso EH Bildu envió este año una representación

La vicepresidenta del Consell de Mallorca y dirigente de Més per Mallorca, Bel Busquets, tuiteó: “La Festa de l’Estendard es la manera que tenemos como pueblo de Mallorca de celebrar nuestra identidad. Hagamos de esta tierra un lugar de acogida, de bienestar y con orgullo propio de nuestro legado para proyectar lengua y cultura hacia el futuro”. Asimismo, el conseller insular y dirigente de Podemos, Iván Sevillano, escribió: “Hoy es un día muy especial para nuestra querida isla. Celebramos la fiesta popular más antigua de Europa y lo hacemos desde la hermandad”.

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Mientras, el diputado de Podemos por Granada, Pedro Honrubia, opina sobre la conquista de su ciudad lo siguiente: “2 de enero, nada que celebrar. Hoy, como cada año: #NoAlaToma. Celebremos luchas por las libertades, los DDHH y la justicia social, no exaltaciones del racismo, la xenofobia y la crueldad. Tengamos memoria de paz, no de odas a la crueldad, la persecución y el genocidio”.

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Aquí hay algo que no encaja. La conquista de Jaume I fue igual o más genocidio que la toma de Granada o la conquista de América. Todos los musulmanes que resistieron fueron ejecutados. Su líder, Abu Yahya, fue torturado hasta la muerte y ahora su nombre se esconde en la plaza más pequeña de Palma. En cambio, la estatua de Jaume I preside el lugar más emblemático y recibe honores unánimes. ¿Por qué Honrubia no condena la crueldad y genocidio de Jaume I? Porque no quiere enfadar a sus socios independentistas catalanes.

A pesar de las críticas, el alcalde socialista de GranadaFrancisco Cuenca, ha mantenido el 2 de enero como festivo en la ciudad porque “es una tradición que forma parte de la historia de este país”. Acusan al acto de Granada de exaltar la españolidad, entre otras cosas, porque participa el Ejército, como ocurrió hasta el año 2000 en la Festa de l’Estendard. Soldados del Regimiento de Infantería Palma 47 rendían honores a la bandera cuatribarrada mientras grupos independentistas protestaban contra ellos. El Ejército acabó retirando la participación alegando falta de efectivos. No valía la pena el bochorno.

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El año de la salud mental

Una médico de Familia de Madrid denunció el otro día que sus pacientes esperaban dos años para ver al psicólogo de la sanidad pública. La demanda se ha disparado tras la pandemia e ir a terapia sigue siendo un lujo reservado para los que pueden pagar 60 euros la hora en una clínica privada. La sanidad pública no tiene medios y el problema se agrava. Debemos romper el tabú y convertir 2023 en el año de la salud mental.

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Según datos del Servicio de Salud balear (IB-Salut), las consultas sobre salud mental se han disparado un 16% desde el inicio de la pandemia. Esto ha provocado que el tiempo medio de espera para ver a un psicólogo clínico (así se llaman los de la sanidad pública) haya aumentado de 40 a 60 días. Dos meses de espera que, según apuntan, se reducen en los casos graves.

En los hospitales públicos de las Islas trabajan actualmente solo 75 psicólogos cuando el número de consultas de salud mental ronda las 150.000. Sin hacen el cálculo, les saldrá la desorbitada cifra de 2.000 por cabeza. La comunidad ha sido la última en incorporar estos profesionales a la Atención Primaria y, aunque desearía tener uno en cada centro de salud, por ahora solo tiene tres para los 59 que hay. Además, no se deriva ningún paciente a la privada, como sí ocurre en otras especialidades. La consecuencia es que son los propios médicos de Familia los que atienden las consultas de salud mental. El presidente del Sindicato Médico de Baleares, el psiquiatra Miguel Lázaro, reconoce que falta tiempo y personal para hacer terapias adecuadas.

En las Islas hay solo 6 psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes. La cifra está un poco por encima de la media nacional pero muy por debajo de la media europea, que tiene el triple. En el IB-Salut reconocen que “existe un déficit importante de psicólogos clínicos a nivel estatal”. Cada año salen 200 plazas y a Baleares solo le tocan tres.

Las dolencias mentales están más extendidas que nunca, especialmente entre los jóvenes. El suicidio es ya la segunda causa de muerte entre los 16 y 24 años, después del cáncer. Mueren más jóvenes de esta manera que en accidentes de tráfico. La Comunidad Valenciana está abordando el tema y acaba de anunciar que prepara una asignatura en los colegios sobre salud mental.

En 2020 se registraron 3.941 suicidios en España, es decir, más de 10 cada día. Es un tema tabú y estigmatizado pero los medios de comunicación están empezando a visibilizar el problema por recomendación de los Colegios de Psicólogos. En la televisión llevamos años con anuncios contra el cáncer, las drogas y los accidentes de tráfico. Nada se decía sobre la salud mental hasta ahora. TVE emitió en septiembre por primera vez en su historia uno para la prevención del suicidio. En él aparecen famosos que han pasado por esta situación y animan a acudir a un especialista y a hacer terapia. Ahora solo falta que ese especialista exista en la sanidad pública.

Teléfono de la Esperanza en Baleares: 971 46 11 12. Teléfono de prevención del suicidio: 024.

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Reseña sobre el libro ‘El oro de Mussolini’

La profesora Eugenia Patricia Rossi, de la Universidad Nacional de General Sarmiento (Argentina), ha publicado una reseña sobre mi libro El oro de Mussolini (Arzalia) (Amazon) en la revista académica Historia y Guerra. Agradezco su excelente análisis. Se puede descargar aquí en PDF.

El profesor Matteo Re también publicó una reseña en la revista académica Aportes. (Aquí en PDF)

Esta es la conclusión de la profesora Eugenia Patricia Rossi:

En conclusión, a través de un ameno relato sobre los vaivenes de quince años de investigación, Aguilera Povedano rescata en esta original propuesta sucesos escasamente trabajados por la historiografía sobre la guerra civil española, aportando fuentes primarias inéditas de insoslayable relevancia para el estudio de este conflicto. De esta manera, el autor nos ofrece un documentado y minucioso trabajo que suma nuevas aristas al análisis de la trama internacional y de los intereses puestos en juego durante aquellos dramáticos años.

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Verdades a medias

Imagen de la película V de Vendetta, basada en la novela 1984, de George Orwell.

Mi madre lee todas mis columnas de Historia pero nunca me comenta nada. Solo dice que le encantan y cambia la conversación hacia temas más actuales. Siempre es así salvo el otro día: “El vecino me ha dicho que eres de izquierdas. Yo le he dicho que no pero él te lee todos los viernes y está seguro. Pero hijo, ¿tú eres de izquierdas?”. Aquello me alegró la tarde. Fue una prueba evidente de que mis textos son tan transversales que ni mi santa madre sabe la ideología que tengo.

Todo esto no lo hago para confundir sino para cumplir con lo que me enseñaron en la universidad: que los periodistas e historiadores deben contar la verdad para que la sociedad sea más libre. Y contar la verdad implica relatar todos los hechos relevantes con la misma contundencia verbal, molesten a quien molesten. Por eso, mis columnas tratan tanto sobre los desmanes de derechas como los de izquierdas. Mi objetivo es narrar algo desconocido y que el lector se forme su propia opinión. Eso no es equidistancia, es cumplir con la función social del periodista e historiador.

Soy consciente de que la objetividad pura no existe. El historiador inglés Edward H. Carr afirmó que los hechos nunca llegan en estado puro porque sufren una distorsión al pasar por la mente de quien los recoge. No obstante, debemos acercarnos a la realidad con honestidad y huir de las verdades a medias. Omitir es mentir, y pienso que llevamos muchos años omitiendo muchos hechos.

En Baleares habrá alrededor de 30 historiadores que publican sobre Contemporánea. Bien, pues que yo sepa, entre todos ellos solo hay uno de derechas, el cual no procede del ámbito universitario. Los demás, los otros 29, son todos de izquierdas, sobre todo de izquierda soberanista. No hay más que seguirles un poco para saberlo. No se esconden. Algunos directamente militan en un partido y hasta han sido diputados. No sé, a mí esto no me parece normal.

Esto en el mundo del periodismo es impensable. Como dijo el gran maestro de la escuela de El PaísMiguel Ángel Bastenier, “periodismo y militancia política son incompatibles. Lo que no niega que como persona el profesional tenga sus preferencias”. Un periodista que se presente a diputado no puede volver a la profesión porque tendría comprometida su independencia. En EEUU algunos medios prohíben incluso a los periodistas acudir a manifestaciones políticas y opinar demasiado en Twitter. ¿Por qué lo hacen? Para evitar que sus lectores piensen que están condicionados a la hora de contar las historias y no son capaces de identificar la gravedad de los hechos.

Orwell ya avisó de que “quien controla el presente, controla el pasado, y quien controla el pasado, controlará el futuro”. El Franquismo controló el pasado durante 40 años y ahora nosotros no podemos hacer lo mismo pero al revés. Como dijo el historiador Santos Juliá, “un Estado democrático no puede recordar a unos y olvidar o volver invisibles y excluir a otros, como fue el caso de la dictadura, por la simple razón de que una democracia no es una dictadura vuelta del revés”. 

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Guy de Traversay, un soldado de la prensa

El periodista Guy de Traversay, en el frente de Aragón en agosto de 1936. Foto: L’Intransigeant.

El 16 de agosto de 1936 las aguas de Porto Cristo estaban muy picadas. En plena madrugada y con una niebla cegadora, centenares de milicianos se apretujaban en la cubierta a la espera del desembarco. Era el Día D de la República. La primera y última operación anfibia de la Guerra Civil. Entre comunistas, anarquistas y nacionalistas catalanes se había colado un periodista de un medio de derechas. Se llamaba Guy de Traversay y tenía el título de barón. Como era francés, el Comité de Milicias Antifascistas le había dado un salvoconducto: “Tiene un espíritu bastante imparcial para asegurarnos un reportaje objetivo”.

Traversay tenía agallas, “quizá demasiadas”, apuntaba uno de sus compañeros del diario L’Intransigeant. Cuando estalló la guerra, se fue volando a Barcelona para documentar la Revolución y visitó después el frente de Aragón. Allí le contaron que la Generalitat de Catalunya estaba fraguando una operación muy interesante: la reconquista de Baleares. Envió su última crónica y embarcó con 2.000 milicianos rumbo a Mallorca.

El desembarco de Porto Cristo fue mucho más duro de lo previsto. La desorganización impidió un avance rápido y los sublevados mallorquines montaron una línea de defensa alrededor del pueblo. Traversay pisó tierra mallorquina aquella mañana y se mezcló con los hombres y mujeres de la primera línea. Nadie esperaba que al día siguiente se desataran todos los infiernos.

El 17 de agosto los sublevados lanzaron un triple ataque que reconquistó casi todo el pueblo. Lucharon casa por casa, cuerpo a cuerpo, e hicieron varios prisioneros. Entre ellos estaba Traversay. Según la mayoría de fuentes, lo fusilaron allí mismo. No sirvió de nada que trabajara en un medio de derechas. Su cuerpo jamás ha aparecido.

El jefe de Falange, el Marqués de Zayas, envió una escueta nota a Francia: “Por desgracia, el lugar donde estaba fue escenario de intensos combates. Cayó en el ejercicio de su deber profesional. Tengo sus papeles a su disposición”.

Según el historiador Toni Tugores, su ficha de defunción puso la misma versión: “Fallecido en los alrededores de Porto Cristo, a consecuencia de accidente, ignorándose dónde recibió sepultura”.

El diario L’Intransigeant hizo sus consultas y descubrió que Zayas mentía. El 1 de septiembre publicó en portada que Traversay había sido “asesinado por los insurgentes”.

Portada de L’Intransigeant del 1 de septiembre de 1936.

El escritor francés George Bernanos, residente en Mallorca y con un hijo falangista, dio más detalles. Reveló en su libro que la causa fue “un miserable escrito a máquina” con el sello del Comité de Milicias Antifascistas. Algún iluminado confundió el salvoconducto con un carné político. “Pusieron los muertos juntos, bocabajo o de espaldas, y vertieron por encima mucha gasolina. Guy de Traversay estaba entre aquellos muertos”.

Fue el primer corresponsal de guerra ejecutado por los sublevados. Poco después le seguiría Renée Lafont. En zona republicana caería Louis Delaprée.

L’Intransigeant se deshizo en elogios hacia su corresponsal: “Combinaba la mente más clara con el alma más ardiente. Era un talento y una fuerza. Traversay era un soldado de la prensa”. Fue nombrado a título póstumo Caballero de la Legión de Honor de Francia.

Noticia sobre la muerte de Traversasy publicada en L’Intransigeant el 1 de septiembre de 1936

Guay de Traversay, asesinado en España

Durante más de dos semanas no tuvimos noticias de Guy de Traversay, nuestro colaborador y amigo. Había partido para España al comienzo del conflicto, y nos había enviado siempre con extrema regularidad las preciosas crónicas que nuestros lectores han encontrado aquí. De repente, se quedó en silencio. Pero la dificultad de las comunicaciones con la Península es tan grande que no habíamos concebido ninguna alarma inmediata. Sin embargo, al cabo de unos días empezamos a preocuparnos. Utilizamos todos los medios de información, oficiales y extraoficiales, directos e indirectos. Por fin llegó una respuesta, que parecía tranquilizadora: Traversay había volado a Baleares para presenciar el ataque del Gobierno a Mallorca.

Solo quedaba esperar su correspondencia, que sin duda tardaría en llegar. ¡Ay! De repente, anteayer llegó una carta de Mallorca que se había extraviado. La abrimos, la leímos, no la entendimos al principio, ni quisimos, ni nos atrevimos a entender las fórmulas corteses y las palabras de pesar: «Tengo sus papeles a su disposición… He enviado por su cuerpo… Por desgracia, el lugar donde cayó fue escenario de intensos combates… Cayó en el ejercicio de su deber profesional el 17 de agosto”.

El firmante de la carta, el marqués de Zayas, se cuidó mucho de suavizar el golpe que nos asestaría. De modo que aún queda un poco de margen para la duda. Después de todo, Guy de Traversay podría haber perdido sus papeles… Su cuerpo no ha sido encontrado. ¿Quién sabe? Puede que solo esté lesionado. O podría haber reembarcado

Pero uno de sus mejores amigos asiente:

-Tenía agallas, dice, quizá demasiadas.

Y ayer, de varias fuentes privadas, pero de ninguna fuente oficial, supimos lo que nos gustaría evitar tomar como una confirmación. Una agencia inglesa dio la noticia de forma escueta y el Daily Mail la reprodujo, pero sin más detalles. Y nuestro cónsul en Mallorca aún no ha anunciado nada.

Pero el silencio de un hombre tan activo como nuestro colaborador parece ser la prueba. Sobre todo si se tiene en cuenta que desde el 17 de agosto buques franceses repatrían a varios de nuestros compatriotas. Traversay no habría dejado de enviarnos un mensaje a través de ellos o de los oficiales.

La pésima noticia es de creer en su sequedad: «Según las informaciones, Traversay fue asesinado por los insurgentes». (Reuters y Exchange).

Corresponde a las autoridades francesas buscar y obtener información y explicaciones, tanto para su familia, cuyo dolor es atroz, como para nosotros, que lo compartimos, y menos aún para nosotros que para Francia.

Procedía de una familia de militares en la que el peligro no asusta, e incluso atrae. Se expuso a ella con calma, como hacía con todas las cosas. Uno se pregunta si no tuvo premoniciones. Ciertas frases de sus últimas cartas, bajo una irónica alegría, así lo sugieren. En los que van a morir jóvenes, una voz secreta resuena a veces en el fondo del alma y dicta palabras que solo entonces adquieren su terrible significado. Pero Traversay no era un hombre que escuchara este tipo de advertencias. El sentido del deber, el gusto por la aventura y un noble deseo de distinguirse lo animaban todo. Tras ver la oportunidad de realizar un reportaje excepcional, partió en avión. ¿Del peligro? Sí, ciertamente, pero el peligro sólo sirve para ser burlado. Un soldado de la prensa, y mejor: un caballero de la prensa.

Estaríamos muy orgullosos si no tuviéramos tanta pena. El hombre que acaba de caer combinaba la mente más clara con el alma más ardiente. Era un talento y una fuerza. Habría llegado muy alto si el destino se lo hubiera permitido. No le gustaba que se lo dijeran, pues su mérito estaba adornado de modestia. Y si no continuamos aquí su panegírico, no es sólo que los ojos estén borrosos y empañados, es que una discreta sombra se inclina sobre el papel y ruega que se guarde silencio.

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